Anoche, después de que todos ya habían hecho el tradicional brindis y la pegatina besuquera obligada; me fui hasta el patio (acá los patios son grandes y algunos tienen la ventaja salubre y entretenida de tener una quintita en los fondos), y me senté en el cerco, al lado de los ciboulettes con mi perra Pancha.
Mientras masticaba algunos a la vez que me tomaba un “champancito” ya caliente, levanto la mirada al cielo y entre medio de tanto cuete y cañita voladora una luz roja, más arriba, atravesaba el firmamento.
Y lloré como boluda atómica al lado de la Pancha, pensé en esa gente, allá arriba, bien lejos…cómo habrá sido su paso de un año viejo a otro a estrenar?
Me los imaginé allá arriba, tal vez lejos de aquellos con quienes hubieran querido estar, brindando con el compañero de vuelo, o inmiscuidos, algunos otros solos, en la lectura de algún libro.
Y seguí, agradeciendo para adentro el hecho de estar rodeada de mi hija y mi marido, de las gentes de mis pagos que han hecho el aguante desde la distancia.
Pasé año nuevo con esa hermosa, bella y abnegada mujer que se constituye en claro ejemplo a seguir: MI SUEGRA…pero a pesar de eso, la pasé bonito gente.
Siempre pido lo mismo: que el año nuevo no traiga más si no quiere, pero que no me saque todo lo bello que tengo y que agradezco.
FELIZ AÑO!
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