Convenciones implícitas son aquellas establecidas, usualmente a partir del uso y abuso de algunas costumbres determinadas, las que, poco a poco se han ido estableciendo como pseudo normas en algunos ámbitos y circunstancias de la vida social.
Hacer la cola (guarda!) en el supermercado o en el banco, situar los cuchillos a la derecha del plato, el gracias y el por favor oportunos, taparse la boca al toser, y otras.
Me preguntaba hoy, mientras rellenaba mi palomita con dátiles para esta noche de fin de año, si el hecho de que los clientes que frecuentan determinado negocio se sitúen del lado que todos conocemos con respecto al mostrador es una convención de las de este tipo.
Sigo.
Adónde dice que yo Dolores, cada vez que entro a la verdulería de Cachito me debo parar y esperar frente al mostrador, del lado donde Cachito pega las publicidades de los festivales de patín y las planillas de horarios y descansos de los empleados.
Existe, claro, una hermenéutica referida a toda esta cuestión de la convención, pero supongamos que yo viviera en una choza en los montes Urales y que, de un día para el otro me entero que tengo unos parientes en Capital, y resulta que los visito, y que determinado sábado al medio día faltan tomates y cebollas para la ensalada, y me mandan a lo de Cacho…y?
Y que estoy sola en el lugar, Cacho deschalando choclos en el depósito, adónde voy? Dónde me paro? Dónde me apoyo?
Ayer fui a una estación de servicios la que, incluye un shop de venta de autopartes. En el recinto había un solo mostrador ubicado frente a la puerta de ingreso. Detrás de éste góndolas y cajoneras con mercaderías.
“Convencionalmente” me dispongo frente al mostrador ni bien entro mientras un muchacho “miraba” catálogos y a los cinco que estaban detrás del mostrador “stockeando” mercadería, mi ansiedad se los comía a mordiscones por la desatención.
Diez minutos después, el “chico” de los catálogos que se ubicaba a mi lado, pegadito a mí y que charlaba con los “cinco vendedores”, me pregunta: “Sí…qué anda buscando señora?”.
jueves, 31 de diciembre de 2009
lunes, 28 de diciembre de 2009
Poquito a poco
Hablando con el que “me vive”(*) de temas diversos, en un momento sentí cómo se me iba formando, poquito a poco una laguna mental, la que, poquito a poco, se fue poblando de un contingente de cuestiones diversas que venían con cañas y bogueros en busca de quitasueños.
(*) Marido.
(*) Marido.
sábado, 26 de diciembre de 2009
Siempre empezamos igual
Fue para estas épocas en que yo me había creado mi viejo, querido y bien ponderado blog; el que empezó fruto de la bronca que me causó ver a una de mis cuñadas dándose besos de lengua con uno de sus siete perros en el mismo momento del brindis navideño, mientras la mayoría descartaba el pan dulce o la garrapiñada que venían saboreando.
Es que no se puede ser tan asquerosa y ensima desconsiderada, no se puede andar haciendo alarde de las cosas que no son agradables a la vista de la mayoría y que atentan contra el buen gusto como así también con la pulcritud y prolijidad de algunas de las relaciones que se tejen en los senos familiares.
Para ser concisa fue ese el motivo por el cual yo una noche agarré y me senté en esta misma computadora, allá en diciembre del dosmilocho.
Pero si otra vez, diciembre, pero de dosmilnueve, me encuentra sentada acá, a las doce de la noche, algo debe haber andado mal dentro de las últimas horas pasadas.
Y sí, debe ser.
Es.
La misma cuñada mía, resultó que se separó de su marido en marzo de este año (supongo que al cerdo de su concubino le cayó la ficha en aquel momento), lo inquietante, esta vez, es que la misma con el mismo caen con arsenal de regalos a sentarse a nuestra mesa en la Nochebuena.
Asquerosa, desconsiderada y desubicada.
¿Por qué tengo que empezar todos mis blogs así?
Es que no se puede ser tan asquerosa y ensima desconsiderada, no se puede andar haciendo alarde de las cosas que no son agradables a la vista de la mayoría y que atentan contra el buen gusto como así también con la pulcritud y prolijidad de algunas de las relaciones que se tejen en los senos familiares.
Para ser concisa fue ese el motivo por el cual yo una noche agarré y me senté en esta misma computadora, allá en diciembre del dosmilocho.
Pero si otra vez, diciembre, pero de dosmilnueve, me encuentra sentada acá, a las doce de la noche, algo debe haber andado mal dentro de las últimas horas pasadas.
Y sí, debe ser.
Es.
La misma cuñada mía, resultó que se separó de su marido en marzo de este año (supongo que al cerdo de su concubino le cayó la ficha en aquel momento), lo inquietante, esta vez, es que la misma con el mismo caen con arsenal de regalos a sentarse a nuestra mesa en la Nochebuena.
Asquerosa, desconsiderada y desubicada.
¿Por qué tengo que empezar todos mis blogs así?
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